Polín es un clásico del lugar, lleva años sirviendo comidas (y tiene algunas habitaciones) y además de peregrinos podrás encontrarte a mucha gente del lugar que acude cada fin de semana a probar su estupenda empanada, unos guisos de pollo de corral o su tarta de queso, una de esas de las que no se olvidan. Es un sitio muy sencillo, sin demasiadas pretensiones, pero del que te quedan ganas de repetir y a un precio muy razonable. Y si tienes suerte tiene un par de mesas al sol donde la empanada sabe todavía mejor.